«La defensa del trabajo no se fundamenta simplemente en la necesidad económica y el deber social; se suele comprender como una práctica moral individual y como una obligación ética colectiva». Weeks bucea en la «ética capitalista del trabajo» para entender por qué hay tan poca controversia en torno al trabajo en sí, más allá de sus condiciones.
Es este componente moral lo que normalmente se presenta como principal crítica ante las demandas de renta básica y de reducción de la jornada laboral. Para la autora estas demandas, que analiza con mucho detalle, entroncan con una larga tradición de rechazo del trabajo asociada a las luchas y teóricas feministas de los años setenta y al marxismo autónomo.
Weeks profundiza en las potencias de la renta básica y la reducción de jornada no solo por su contenido —por la forma en la que se enfrentan tanto a la ética capitalista del trabajo como a la ética patriarcal familiarista—, sino también por la capacidad que tienen de cuestionar lo que dábamos por supuesto, convocar a sujetos diversos y, fundamental para ella, luchar por «tiempo para lo que queramos».
Este derecho a tener el tiempo necesario implica además la posibilidad de reinventarnos junto a otros. En este sentido, pensar y organizarnos a partir de demandas que pueden parecer utópicas no supone ya un problema, es antes bien un requisito para todas las luchas que quieren ir más allá del trabajo.