Todos los días que Gonzalo iba a subir a comer o a cenar a casa, Isidoro planeaba conversaciones interesantísimas sobre su vida, sobre alguna historia del barrio, sobre un libro que había leído. Y luego todas esas expectativas se desinflaban mientras Gonzalo devoraba lo que Isidoro había cocinado y este se limitaba a mirar cómo lo hacía. Verle disfrutando mientras comía era, probablemente, lo más cercano a darle placer real que iba a estar nunca.
Vivan los hombres cabales es un melodrama comprimido protagonizado por el monitor sustituto de un gimnasio vallecano, una anciana con alzheimer y una de aquellas travestís que no hacían canción moderna ni servían para animar cumpleaños infantiles.
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Vivan los hombres cabales es la historia de Isidoro, un hombre que cuida de su anciana madre por el día y actúa en un tugurio de travestis por la noche. La vida siempre le ha negado a Isidoro el placer de sentirse amado o deseado, pero una noche sale al escenario y descubre entre el público a su vecino del tercero, un magnífico ejemplar de hombre como los que salen en los vídeos porno de internet. La vida concede por fin un disparo a Isidoro y él no piensa desperdiciarlo.
A veces la gente normal se cruza por la calle con extrañas familias y se da la vuelta para mirarlas con la nariz arrugada. Vivan los hombres cabales es una historia acerca de las carambolas que sirven de Big Bang a estas extrañas familias. Una historia sobre la eclosión del deseo enquistado, la precariedad emocional y los momentos clave que sentencian la vida de las personas.