La historia latinoamericana reciente plantea un difícil interrogante: ¿cómo es posible oscilar de manera tan vertiginosa entre gobiernos neoliberales cada vez más totalitarios y proyectos progresistas de raigambre popular? Diego Sztulwark propone abordar esta coyuntura de manera micropolítica, prestando atención a las formas de vida ligadas a determinado orden político y remitiéndolas a una trama sensible de consumos, lazos sociales, usos del tiempo, modos de habitar los territorios o de concebir la amistad. Desde esta perspectiva, el neoliberalismo ya no puede ser visto simplemente como un partido a derrotar en las urnas sino como un dispositivo de subjetivación que apunta, más allá de los ciclos históricos, a adecuar la intimidad de nuestros afectos y deseos a la valorización mercantil. La pregunta por la capacidad de inventar una vida no-neoliberal se juega entonces en el potencial que emana de todo aquello que se resiste a tal adecuación, es decir, del malestar. Se hace necesario pensar la inclusión –en términos de consumos y derechos– como método y premisa, pero no como modelo y finalidad: una apelación a fuerzas capaces de poner en crisis los dispositivos de mercado y de favorecer una perversión generalizada de la racionalidad neoliberal.