El hombre que camina es posiblemente la escultura más célebre del siglo xx, un emblema universal del ser humano en el que Giacometti trabajó incesantemente durante sus últimos años. Franck Maubert rastrea las circunstancias en las que la escultura fue concebida y nos descubre que, más allá del significado que cobró tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, la obra ha trascendido su época y dialoga tanto con las manifestaciones más primigenias de la civilización humana como con los hombres y las mujeres de hoy y de mañana.