Es tan pacífico ese tiempo, tan extraño y confuso que hace que, mientras por fuera todo sigue igual y en el mundo se suceden las estaciones, en el interior de una mujer que está embarazada, no solo en el interior de su útero sino, sobre todo, en el interior de su mente, en su cabeza, todo será como en una gran tempestad marina seguida de la calma y de otra tempestad más terrible y así, en nueve lunas, se acontecerán tantas tempestades interiores sin que el mundo pare, sin que nadie se dé cuenta, que el único testigo posible de ello —esa mujer nunca volverá a ser la misma, todo habrá cambiado, se habrá transformado y alterado por el oleaje— será la escritura.
«Siento necesidad de dejar constancia escrita de los cambios que irán operándose en mi cuerpo, condicionado por el otro ser que está dentro de mí, de aprisionar entre las páginas de este cuaderno el tiempo compartido con el deseo de regalarle algún día a mi hijo o hija las horas que vivimos y los espacios que cruzamos». Carme Riera, sin saberlo, no solo le estaba regalando tiempo y experiencia de vida a su hija María, sino a todas nosotras.
Carmen G. de la Cueva