«"La tumba del marinero" encierra unas pasiones desproporcionadamente crueles, y a fin de cuentas, ¿no es el sentimiento poderoso e implacable lo que prevalece sobre los demás rasgos de la literatura? (...) Ciertamente, las aflicciones que azotan este libro son más grandes que la vida (el cáncer, cómo no, pero también el lujo del agua caliente y la precariedad material, acompañada siempre de la degradación ética). (...) Lo dicho: no acepten imitaciones» (Antonio J. Rodríguez).